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132     Kelman (1972) subraya tres procesos de influencia social que son:






                             La sumisión como medio de adaptación y adherencia a las normas
                             sociales,  la  identificación  como  integración  de  la  conducta  en  un
                             conjunto de roles y finalmente, una internalización resultante de la
                             participación en los valores del sistema, de manera que éstos y los
                             del individuo acaban por ser los mismos” (Kelman, 1972, p.385).





                  Esto podría explicar el rol pasivo o receptivo en papel de víctima de las juventudes, en primer
                  lugar, una fase negativa y muy preocupante, sobre todo desde el punto de vista del actor
                  social.

                  Para Wievorka (2009), en relación con esto, nos dice:





                             Si el joven es únicamente víctima, acaba encerrándose en una lógica
                             en la que ya sólo se define de una manera negativa, por su identidad
                             negativa: “He sido destruido, he sido humillado”. En segundo lugar,
                             esa identidad negativa no es capaz de afirmar: “Existo porque apor-
                             to algo, aporto una cultura, una lengua, una forma de vida religiosa,
                             aporto una exigencia democrática para el futuro, una exigencia de
                             justicia para ese mismo futuro”. Para abreviar, “aporto algo”. Si el
                             joven no es capaz de aportar algo positivo, entonces su discurso
                             victimista le encierra en una lógica de la que no conseguirá salir,
                             y se des-responsabiliza. “No soy responsable de nada puesto que
                             soy víctima”. Ya no se definen más que a través de aquello que han
                             padecido (Wievorka, 2009).





                  Respecto a si el actor, el joven, en su papel de victimario, sería consciente de la propia vio-
                  lencia que ejerce, si tomásemos por buena la hipótesis de Milgram (como se citó en Álvaro y
                  Garrido 2003) el experimento es el hecho comprobado de la sumisión a la autoridad. Podría
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                  decirse que existen situaciones en las que el actor violento en realidad no es violento, y que
                  no hace otra cosa que obedecer. Para él la violencia no tendría sentido.


                  Según Milgram (citado en Álvaro y Garrido,2003): “El sentido sería la obediencia a una auto-
                  ridad, al Estado, la Ley o a cualquier otra cosa a la que reconozca como legítima”.
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