Page 55 - FUNCIÓN Y SENTIDO DE LA INVESTIGACIÓN
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En diversos estudios, y mediante este método, se han determinado factores que pudieran
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asociarse a las CPH; por ejemplo, la hiperexcitabilidad de algunas regiones cerebrales ac-
tivadas por citocinas endógenas como la interleucina-1 B (IL-1B) (Dube et al., 2000; Heida,
Boisse y Pittman , 2004), la alteración del pH en el tejido neuronal (Han, Qin, Chang, Yang,
Bu y Du, 2005), las alteraciones genéticas principalmente en la composición de la membra-
na neuronal (Kasperaviciute et al., 2013), específicamente de genes que codifican para la
subunidad y del receptor GABAérgico-A (Hancili et al., 2014).
No obstante, y dada la importancia de un órgano vital como el cerebro, y particularmente
bajo crecimiento y desarrollo acelerado, la alta temperatura en el sistema nervioso a edad
temprana altera múltiples mecanismos. Por ejemplo, se ha observado alta termolabilidad de
la enzima glutamato-decarboxilasa (GAD), la cual decarboxila el neurotransmisor excitatorio
glutamato y lo transforma en el neurotransmisor inhibitorio ácido gama-aminobutírico, y que
la inactivación de la GAD ocurre a temperaturas superiores a los 39 ºC en los primeros cinco
FUNCIÓN En este contexto, en el ser humano se ha reportado mayor resistencia a la inducción de
días de vida en la rata (Arias, Valero y Tapia, 1992).
fiebre por la inoculación de toxinas bacterianas a sujetos a los que previamente se les ad-
ministró por vía i. v. aceite de pescado, producto marino con alto contenido de grasas po-
linsaturadas omega-3 (0-3) (Pluess et al., 2007). Los aceites de origen marino como el de
pescado contienen altas cantidades de ácido docosaexanoico (DHA) y eicosapentanoico
(EPA), grasas polinsaturadas de cadena larga denominadas 0-3, de las cuales se ha repor-
tado que tienen actividad benéfica y neuroprotectora sobre el SNC (Lauritzen et al., 2000).
54 Sin embargo, en el medio terrestre existen vegetales también con alto contenido en aceites,
como las semillas de la linaza, soya, canola y chía (entre otras), que poseen un elevado gra-
do de 0-3 (Belitz y Grosch, 1987). De hecho, el aceite de las semillas de chía (Salvia hispáni-
ca) tiene considerables cantidades de ácido a-linolénico (0-3) (Ayerza, 2009).
La chía y su aceite son de los componentes nutricionales habituales en la dieta de la po-
blación mexicana. De hecho, esta semilla es de fácil adquisición y almacenamiento, con
menor proclividad a cambios oxidativos en las grasas 0-3 en comparación con las prove-
nientes de productos marinos como el aceite de pescado y el de algas marinas. El nombre
de chía o chan proviene de un vocablo náhuatl que agrupa varias especies de plantas de
los géneros Salvia, Hyptis, Amaranthus y Chenopodium. El conocimiento de estas plantas
se originó desde la época prehispánica (Gillet, 1981), y actualmente se ha reportado que
el consumo de la fibra de chía es una alternativa de tratamiento natural para mejorar la
formación del bolo fecal y la correcta evacuación de heces. Además, constituye un factor
preventivo de obesidad, cáncer de colon, así como elevados niveles de colesterol y glucosa
(Ferreira, Álvarez, Illesca, Giménez y Lombardo, 2018).
Por otro lado, recientemente se ha observado que la suplementación de 35 g diarios de se-
milla de chía durante 12 semanas reduce los niveles de estrés oxidativo y valores de presión
sanguínea en individuos hipertensos (Toscano et al., 2014). Aun así, hasta el momento es
poco lo que se conoce del efecto de la semilla de chía y particularmente de su aceite sobre