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ESTRATEGIAS ORGANIZACIONALES E INNOVACIÓN TECNOLÓGICA
En cuanto a las presiones externas, diferentes autores (Aizenman, 2005; Aspe, 1993; Frenkel,
2003; Lustig, 1998) coinciden en que la influencia del FMI en la economía mexicana fue de gran
trascendencia para iniciar el proceso de liberalización financiera. Para Montes-Negret y Landa
(1999), las reformas financieras hechas en el periodo de 1988-1990 estaban estrechamente
ligadas con las negociaciones que México llevó a cabo durante el mismo periodo con el FMI,
las cuales tenían como finalidad obtener un crédito del organismo internacional.
Asimismo, el ingreso al TLCAN influyó en el diseño de las políticas económicas adoptadas a
principios de los años noventa. En comparativa, el alcance de las políticas de liberalización
emprendidas con miras al ingreso en la OCDE fue mucho menor que las políticas empren-
didas con vistas al ingreso del TLCAN (Lustig, 1998). Cuando México comenzó a negociar
su entrada a la OCDE, ya se había realizado la negociación con el TLCAN, y en ningún caso
las exigencias de apertura y liberalización financiera de la OCDE superaron las exigencias
ya planteadas por Estados Unidos y Canadá para la adhesión de México al tratado de libre
comercio (Edwards y Sabastano, 1998).
Sobre las necesidades internas, México había registrado, de forma tradicional y particular-
mente tras la crisis de la deuda de 1982, muy bajos niveles de ahorro interno (Cardoso y
Helwege, 1997; Todaro, 2001). La única forma de recuperar altos niveles de inversión era
captando el ahorro externo, principalmente el que provenía de Estados Unidos. Por tal moti-
vo, era necesario desregular el sistema financiero y liberalizar la cuenta de capitales. De esta
manera, las políticas financieras liberalizadoras se adoptaron, sobre todo, ante la necesidad
de recuperar la credibilidad frente a los inversionistas internacionales, de manera que se
recuperaran los niveles de entrada de capital extranjero previos a la crisis de la deuda de
1982 (Lusting, 1998). Así, México se vio obligado a adoptar una política de corte neoliberal,
incluyendo una apertura de sus relaciones comerciales y financieras externas para suplir
con ahorro externo la carencia de ahorro interno.
A pesar de los esfuerzos que se hicieron a finales de la década de los ochenta para impulsar la
liberalización de la economía mexicana, fue hasta la administración de Carlos Salinas de Gor-
tari (1988-1994) cuando realmente se planteó como una estrategia nacional la obtención de
tres objetivos principales: reducir la deuda externa, convencer a los inversionistas nacionales
de invertir en México y atraer inversión extranjera (Copelman, 2000). Con esto se pretendía
persuadir al inversionista nacional y extranjero de que la economía mexicana era viable y con-
fiable para invertir. Por lo tanto, la administración de Salinas sabía que se necesitaban políticas
económicas que causaran entusiasmo en el ambiente financiero.
Durante los primeros dos años del sexenio salinista (1988-1990), el gobierno mexicano co-
menzó a liberalizar el sector financiero como consecuencia de la implementación del último
programa de estabilización, dentro del cual se procuraba mantener un tipo de cambio fijo
frente al dólar, el cual se mantuvo relativamente estable durante ese periodo (es decir, 2.53
pesos por dólar) (ver figura 2).
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