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ESTRATEGIAS ORGANIZACIONALES E INNOVACIÓN TECNOLÓGICA
Este incremento superaba con creces el del PIB. En 1989, el crédito bancario representaba
20 % del PIB, pero en 1994 esta cifra había ascendido a casi 50 % del PIB (Banco de México,
1995). El crédito concedido por la banca comercial mexicana presentaba una serie de carac-
terísticas particulares. Como se mencionó antes, el crédito se destinó fundamentalmente a ac-
tividades improductivas como el consumo e inversiones especulativas; en segundo lugar, gran
parte de estos créditos estaban denominados en pesos, y no en divisas extranjeras.
A pesar del buen momento que estaba pasando el sistema financiero mexicano, la regulación y
la supervisión de este no mejoraron. El proceso de privatización fue extremadamente rápido y
en menos de una década el sistema bancario pasó de ser público y desenvolverse en un mer-
cado cerrado a ser privado e integrarse en los mercados financieros internacionales, que tenían
características y mecanismos de funcionamiento distintos de los mercados locales (Copelman,
2000). El acelerado ritmo de la reforma financiera y el nuevo entorno financiero incidieron en
la debilidad del sistema regulatorio y supervisión de la actividad financiera (Sachs, Tornell y
Velasco, 1995). Los aspectos que quedaron por cubrir por las reformas fueron cinco principal-
mente. En primer lugar, las autoridades monetarias eliminaron su capacidad de control con la
red financiera mediante la adopción de una serie de medidas. En segundo lugar, no se adoptó
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ningún tipo de medida que controlara la actividad de los mercados de derivados, que se habían
desarrollado de forma particular en los años previos a la crisis. En cuarto lugar, no se adoptaron
medidas contundentes que controlaran el volumen y la calidad del endeudamiento externo de
los bancos. Finalmente, la falta de adopción del sistema de control al nuevo entorno financiero
pudo generar actitudes de riesgo moral por parte de algunos bancos locales (Copelman, 2000;
Edwards, 1997b; Tornell, 1995).
Otro de los factores que contribuyeron al aumento de los flujos de capital a principios de los
años noventa fue el anuncio en agosto de 1990 de los intentos de México por firmar un acuerdo
de libre comercio con Estados Unidos. Esta iniciativa daba a los inversionistas una impresión
de estabilidad y bonanza económica en México, lo que permitía el flujo constante de inversión
y una disminución de los tipos de interés nacionales (Banco de México, 1991). Sin embargo, a
pesar de que los flujos de capitales aumentaron rápidamente durante 1989-1991, su compo-
sición reflejaba otra cosa. Por ejemplo, la inversión extranjera directa no aumentó en el periodo
1990-1991, mientras que la inversión de cartera fue cinco veces más grande en 1991 (Banco
de México 1990-1995; General Accounting Office [GAO], 1996). En cierto sentido, este fenó-
meno se daba por la nueva credibilidad financiera que tenía México frente al mundo. No obs-
tante, el aspecto negativo de los flujos de capitales se hallaba en que gran parte de estos eran
a corto plazo, lo que manifestaba la cautela de los inversionistas respecto al futuro de México
(Kessler, 1998). El problema con la inversión a corto plazo es que no es posible la financiación
de proyectos a largo plazo, como infraestructura, modernización de los sectores industriales
etc., necesarios para el crecimiento económico (Dornbusch y Werner, 1994; Todaro, 2001).
Según esta perspectiva, el alto porcentaje de inversión a corto plazo se convertiría en uno de
los aspectos más importantes de la inestabilidad financiera y macroeconómica de México.
Esto quedaría demostrado en la crisis de diciembre de 1994, la cual se expandiría alrededor
del mundo, afectando principalmente a las economías emergentes. En este sentido, y con lo
5 Estas medidas fueron la creación de la banca múltiple y la liberalización de los consejos de administración de los bancos, de la
supervisión de la Secretaría de hacienda y Crédito Público (ShCP).
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