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Por ejemplo, en las culturas latinas es común la idea de que se es viejo a partir de los 60 años, sin
embargo, cabe destacar que no siempre esta concepción de la vejez ha prevalecido en nuestras
sociedades, debido a que antes las personas fallecían a una edad más temprana. Consecuen-
temente, es probable que en el futuro el punto de inicio de lo que se considera a una persona
como vieja o de la tercera edad se desplace con el tiempo teniendo en cuenta el aumento de la
esperanza de vida, de la calidad de vida, etc., como ya aparece reflejado en la segunda teoría de
la transición demográfica.
En ese sentido, estos límites están relacionados en muchos casos con la edad de la salida de la
vida laboral.
En lo concerniente a la edad de jubilación, el criterio más aceptado a nivel mundial hasta la fe-
cha (2018) es la de los 60 años de edad. Sin embargo, en los últimos 10 años se ha recorrido
esa frontera en muchos países hasta los 65 años debido a las crisis económicas de la primera
década del siglo XXI. Dichos países se han visto en la necesidad de mantener a su población en
la vida laboral para que se ocupen de la producción de recursos. Italia, Portugal, Grecia y Méxi-
co se pueden mencionar como ejemplos representativos de lo que acabamos de afirmar. Y es
posible que esta edad de 65 años se termine posicionando como la edad oficial de entrada a la
vejez por su uso fáctico, y no tanto por razones culturales. Así, pues, mientras más se alargue el
tiempo de vida y la calidad de la misma, más lejos va a estar marcado el límite inferior de la edad
de entrada a la vejez.
Como mencionamos anteriormente, la salida de la vida laboral está relacionada generalmente
con la tercera edad, aun cuando muchas personas optan por no jubilarse a la edad que por le-
gislación tienen derecho, o deciden hacerlo y contratarse nuevamente como empleados, ya sea
por razones económicas, sociales, psicológicas o de realización personal.
Otro rasgo de las tendencias del envejecimiento es la diversidad de la población adulta mayor.
Al respecto, como una más de las consecuencias del aumento de la esperanza de vida, actual-
mente se suele distinguir entre la denominada tercera edad, que corresponde al período en que
se debiera disfrutar del retiro laboral gracias a la jubilación, y la no hace mucho acuñada cuarta
edad, que se refiere a una fase de franca declinación y creciente dependencia (Cepal y Celade,
2002). Si bien hoy es común escuchar de una y otra, los teóricos todavía no se han puesto de
acuerdo a partir de qué edad inicia la cuarta edad.
En ello se debe considerar la trayectoria vital de cada individuo —pues el avance cronológico
tiene expresiones diferenciadas para cada persona—; las clasificaciones habituales utilizan los 75
o los 80 años como criterio de demarcación. Sin duda hay conciencia de que, si los desafíos que
entraña el envejecimiento demográfico son difíciles, más lo son aquellos vinculados al aumento
de la población de la cuarta edad (Cepal, 2002).
ENVEJECIMIENTO EN CIUDADES TURÍSTICAS DEL CARIBE Y LOS RETOS AL DESARROLLO