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90 El tema de la resiliencia, por tanto, se puede abordar desde disciplinas tan diversas como la
psicología, la sociología, la antropología, el derecho, la salud, el trabajo social, la economía y la
filosofía, las cuales se pueden enfocar en distintas etapas de la vida, es decir, desde la infancia,
pasando por la adolescencia hasta llegar a la edad adulta (Gonzáles, Valdéz y Zabala, 2008).
La presente investigación, sin embargo, se ha centrado en la etapa adolescente, la cual, según
Antona, Madrid y Aláez (2003), se debe tomar en cuenta como un proceso de transición entre
la infancia y la vida adulta, entre la dependencia/tutela familiar y la incorporación a la sociedad
con plenos derechos.
La adolescencia
La Organización Mundial de la Salud (OMS) (2019) define la adolescencia como el periodo
de crecimiento y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la edad
adulta, es decir, entre los 10 y los 19 años. Es una de las etapas de transición más importantes
en la vida del ser humano, y se caracteriza por un ritmo acelerado de crecimiento y cambios
físicos y emocionales en donde los jóvenes deben desarrollar la capacidad de enfrentar estas
situaciones, superarlas y salir fortalecidos de cada una de ellas, de ahí la importancia de forta-
lecer la resiliencia en este grupo de edad.
Esta fase de crecimiento y desarrollo viene condicionada por diversos procesos biológicos
que, de acuerdo con la Unicef (2011), se pueden separar en dos etapas: la adolescencia
temprana (de los 10 a los 14 años), donde se comienzan a manifestar los cambios físicos, los
cuales pueden ser motivo de ansiedad y entusiasmo para los individuos. En esta fase el cere-
bro experimenta un súbito desarrollo eléctrico y fisiológico debido a que el número de células
cerebrales se pueden duplicar en el curso de un año, en tanto las redes neuronales se reorga-
nizan radicalmente, con las repercusiones consiguientes sobre la capacidad emocional, física
y mental. Este, por tanto, es un periodo de inestabilidad inevitable, aunque temporal.
La adolescencia tardía, en cambio, se ubica entre los 15 y los 19 años de edad, etapa donde
el cerebro continúa desarrollándose y reorganizándose, y la capacidad para el pensamiento
analítico y reflexivo aumenta notablemente, lo que contribuye para que el individuo adquiera
mayor confianza y claridad en su identidad y en sus propias opiniones. En esta se perfila
el proyecto adulto, de ahí que se considere como el momento del ciclo vital donde más se
patentizan los modos diferentes de exposición ante la adversidad, lo cual exige el desarrollo
de las habilidades sociales, cognitivas y emocionales para encarar exitosamente los desafíos
Investigando nuestra propia práctica; una estrategia de formación y conocimiento
que se presentan (Cardozo, 2008, citado por Cardozo y Alderete, 2009). Por este motivo, es
importante que el adolescente construya conscientemente su propia resiliencia y potencie las
posibilidades y recursos existentes para encaminar alternativas de resolución de las diferentes
situaciones (Gonzáles Arratia, Valdez y Zavala, 2008).
Ahora bien, para ayudar a la consecución de este objetivo las escuelas en general y los do-
centes en particular desempeñan un papel clave, ya que pueden ayudar al fortalecimiento de