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país analizar y gestionar las políticas en la asignación correcta de recursos y tomas de decisiones
               con el objetivo de poder crecer en el aspecto social, aunque vale acotar que para Rivero Amador,
               Díaz Pérez, López-Huertas y Rodríguez Font (2018) la cuantificación de los resultados científicos y el
               conocimiento generado, así como su impacto y los beneficios para la sociedad representan un reto
               debido a su complejidad.

               Arencibia, Moya Anegón, Chinchilla y Corea (2013), por su parte, consideran que existen brechas en
               la medición de la CTI que se pueden cubrir con un mayor nivel de especialización en varias áreas te- Y SENTIDO DE LA INVESTIGACIÓN
               máticas y con la estructuración de los fenómenos disciplinarios e interdisciplinarios de los resultados
               científicos, mientras que Rivero Amador et al. (2018) opinan que las técnicas de medida de estos
               indicadores no han estado totalmente consolidadas en las últimas décadas debido a que los resul-
               tados científicos son difíciles de cuantificar. Por ende, un desafío importante para el cálculo de estos
               indicadores es la mejora en las decisiones estratégicas respecto a la mejora científica de cada país.

               A pesar del poco avance en la consecución de estos ICTI, en la actualidad se presentan algunas
               técnicas y políticas que permiten calcular dichas métricas. La referencia más conocida es la pre-
               sentada en el manual de Frascati, que ha servido como marco para el desarrollo de otros manuales     FUNCIÓN
               como el manual de Bogotá, el manual de Lisboa, el manual de Santiago y el manual de Buenos
               Aires, proporcionados por la OCDE y la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana
               e Interamericana (RYCYT).
               Rivero Amador et al. (2018) utilizan los manuales mencionados para la elaboración de indicadores
               de CTI y emplean la información de los currículos de diferentes profesores en Latinoamérica para
               el monitoreo de los resultados de investigación de las actividades académicas institucionales. Por
               su parte, Aguilar (2017) emplea manuales impartidos por la OCDE y la RYCYT para la recolección,   207
               análisis, publicación y normalización de indicadores enfocados en recursos financieros, humanos,
               bibliométricos, patentes e innovación. A partir de esto, el referido autor concluye que un indicador de
               calidad puede ser útil para crear políticas que se enfoquen de forma precisa en las necesidades de
               investigación que tiene una región para desarrollarse.

               Asimismo, dentro de la literatura disponible es posible encontrar el desarrollo de indicadores que
               miden el impacto entre la industria y las universidades, como los planteados por Farré-Perdiguer,
               Sala-Rios y Torres-Solé (2015), quien demuestra con ciertos criterios la importancia que subyace en
               dicha relación para mejorar el desempeño tecnológico y la transferencia de conocimientos.

               Cancino et al. (2008), por su parte, presentan una metodología para el cálculo de un conjunto de
               indicadores enfocados en el capital humano, la generación de redes tecnoeconómicas y tecnocientí-
               ficas, así como indicadores de CTI, de inversión pública y de dinámica económica del sector regional
               para articular las prioridades regionales del potencial científico, tecnológico y de innovación de cada
               nación.




               Por otra parte, y de acuerdo con Godin (2002), el comité de la NFS clasifica a los indicadores de
               ciencia de la siguiente manera:
                           a.  Medida de la producción científica.
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