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Dichas competencias con sus diversos saberes son susceptibles de ser desarrolladas a través de
la contribución de programas educativos diseñados por exprofesores para contribuir al desarrollo
de emprendedores.
En este sentido las instituciones educativas, como parte del conjunto de actores relacionados
con la formación de personas útiles a los fines del desarrollo social, deben orientar los esfuerzos
formativos hacia una adecuada construcción de fortalezas y destrezas que posibiliten a los egre-
sados de mayor competitividad y mayores niveles de exigencia y calidad para generar nuevas
formas de desarrollo (Camacho, 2013).
Siguiendo esta idea, la Universidad debe orientar el potencial de sus esfuerzos formativos, con el
propósito que los educandos de este nivel estén en posibilidades de construir con solvencia, las
fortalezas y destrezas necesarias que posibiliten con su puesta en práctica, la generación de em-
pleo a través de la incorporación de la innovación como simiente productiva de corto y mediano
plazo (Camacho, 2013). Ello, a fin de crear en los estudiantes una mentalidad empresarial que les
brinde la oportunidad de transformarse en agentes de cambio técnico y progreso económico y
social a partir del conocimiento y práctica de la innovación.
Por todo lo anterior, y teniendo en cuenta que el contexto actual de la globalización impone
circunstancias de competencia a nivel global, y que ello se convierte en diversas ocasiones en
obstáculos que delimitan el desarrollo de las organizaciones y por ende el que corresponde a los
aspectos económicos y sociales, la formación de profesionales capaces de visualizar y evaluar
la realidad de su entorno, y de ello derivar ideas creativas para contribuir a la conservación y
desarrollo de dichos organismos resulta imprescindible. No obstante ello representa aún un reto
a abordar.
En este entendido, la educación se instituye como una de las mejores herramientas para formar
personas con competencia para afrontar con eficiencia diversas circunstancias, y contribuir al
desarrollo organizacional, económico y social.
Es en este marco donde las instituciones de educación superior deben hacer conciencia y aplicar
diversos mecanismos para conformar programas educativos que verdaderamente contribuyan
a la generación de conocimientos y a desarrollar diversas habilidades para aplicar con eficiencia
esos conocimientos, fomentando actitudes proactivas y responsables de una conducta ética
hacia las personas y su entorno físico.