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ESTRATEGIAS ORGANIZACIONALES E INNOVACIÓN TECNOLÓGICA







            Desde esa época, la definición de desarrollo sustentable ha cambiado, y la más aceptada en
            la actualidad es la que se refiere a todo aquello que los países puedan hacer para maximizar la
            calidad de vida de sus habitantes, sin detrimento de la capacidad de recarga de los ecosiste-
            mas. Este, sin duda, es un cambio cualitativo en las metas del desarrollo sostenible, el cual se
            ha enriquecido gracias a un debate abierto e incluyente que ha permitido el cuestionamiento
            profundo de las premisas de la ciencia económica convencional, que ha dado paso no solo a
            un discurso de la economía verde, sino esencialmente a una nueva economía ecológica pro-
            movida por quienes —desde los principios de la teoría general de sistemas y el pensamiento
            complejo— abogan por aprender a vivir dentro de los límites. En este contexto se revitaliza el
            concepto de responsabilidad social empresarial (RSE) en la era digital.

            Hasta hace poco, los esfuerzos de las organizaciones que abogaban por el cuidado del medio
            ambiente dependían básicamente de sus ánimos filantrópicos, pues se carecía de cualquier forma
            de reglamentación por parte de la política pública. Esto, evidentemente, provocaba que algunas
            de esas iniciativas se convirtieran en simulaciones o que tuvieran que ceder ante los reclamos de
            los sectores que se pudieran ver afectados por esas decisiones ambientalistas4. Sin duda, la falta
            inicial de cualquier normatividad y los esfuerzos por aparentar el cumplimiento de las leyes originó
            un sinnúmero de legítimas y acertadas críticas de distintos especialistas, quienes usaron la expre-
            sión green-wash para referirse a todos los intentos de reconciliación entre el sistema capitalista
            y los objetivos de la agenda del PNUMA y del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
            (PNUD) durante la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI (Gudiño, 2012; Gudynas,
            2004; Naredo, 2001; Ricalde, López-Hernández y Peniche, 2005; Vargas-Hernández, 2008).

            El término RSE, como se ha mencionado, surgió en Estados Unidos en la década de los cin-
            cuenta del siglo pasado, pero llegó al continente europeo recién en la década de los noventa,
            cuando la Unión Europea buscaba paliar los efectos del desempleo que enfrentaban la mayoría
            de esos países, lo cual obligó a los empresarios a buscar estrategias para contrarrestar los
            crecientes problemas de exclusión social.

            En estas circunstancias, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, pidió en 1999 al mercado
            mundial la adopción de valores con rostro humano, esto en el marco del Foro Económico Mun-
            dial de Davos, el cual reúne anualmente (desde 1991) a líderes empresariales, políticos interna-
            cionales, periodistas e intelectuales selectos para analizar los problemas más apremiantes que
            afronta el mundo, especialmente los relacionados con la salud y el medio ambiente.

            Desde entonces, la iniciativa empresarial se ha multiplicado, y los mejores aunque insuficientes
            frutos de ella se pueden encontrar en iniciativas como Global 100 de Corporate Knights, Busi-
            ness Call to Action (BCtA) y Growing Inclusive Markets (GIM), así como en los programas aus-
            piciados por el PNUD o la empresa privada, los cuales promueven certificaciones nacionales e
            internacionales en materia de responsabilidad social empresarial. Por ejemplo, el programa de
            la World Confederation of Business (WCB) se compromete como organización a lo siguiente:

              1.  Ser coherente con los 10 principios del pacto de la ONU.
              2.  Desarrollar un sistema de gestión de responsabilidad social en el interior de la orga-
                 nización y una cultura organizacional regida por principios éticos en lo económico, lo
                 ambiental y lo social.

            4   Para una revisión más completa de este tema, se pueden consultar los trabajos de Solís y Sarquís (2014) y Sarquís et al. (2015).




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