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ESTRATEGIAS ORGANIZACIONALES E INNOVACIÓN TECNOLÓGICA
únicamente la quinta parte de esas personas son dueñas de 80 % de la renta mundial y, al mis-
mo tiempo, son responsables principales de las emanaciones de gases de efecto invernadero.
Aunado a ello, y gracias a los avances de las ciencias médicas, el ser humano ha empezado a
tener una esperanza de vida cada vez más larga, de ahí que los demógrafos mejor informados
pronostiquen que para el año 2030 seremos doce mil millones, cifra que aumentará a quince
mil millones de seres humanos en el año 2050.
En este contexto, la ciencia ha sido empelada no solo para intentar satisfacer las necesidades
y los caprichos de la población, sino también para generar ganancias sin mayor reparo en la
huella que todas estas actividades dejan en el medio ambiente. Por eso, solo hasta que las pri-
meras señales de un alarmante deterioro medioambiental se hicieron evidentes hubo quienes
se detuvieron a pensar en lo que estaba pasando. Aun así, todavía hacia el último tercio del
siglo XX persistían serias reservas sobre el cambio climático global, y la comunidad científica
debatía si esto tenía relación directa con los efectos antropogénicos. Sin embargo, en la actua-
lidad nadie en la comunidad científica niega esta realidad, aunque siguen existiendo quienes
dudan de que este fenómeno haya sido provocado por el ser humano, y en su lugar consideran
que hay ciertos factores cósmicos que aún no han sido estudiados. Mientras tanto, no pros-
peran los acuerdos internacionales que pudieran atenuar este problema, sino todo lo contrario.
En 2017, por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos asestó un duro golpe al Acuerdo de Paris
cuando amenazó con su salida. Asimismo, la larga historia de conferencias y cumbres sobre el
medio ambiente (desde la primera de ellas en 1972, la Conferencia de Estocolmo o la Cumbre
de la Tierra, hasta la Cumbre de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible en 2015) solo
se han convertido en una larga sucesión de fracasos, por lo que el aterrador pronóstico del
primer informe Meadows parece cada vez más inevitable.
Ante tan escalofriante horizonte a mediano plazo, apremia la reorientación de los esfuerzos
para paliar con esta profunda crisis global. Los gobiernos han demostrado su total falta de
comprensión de la gravedad de la situación y se han convertido en representantes del capital,
lo que ha dejado a los pueblos a merced de las leyes del mercado. De modo que es la gente la
que tiene que actuar y ejercer toda su capacidad emprendedora para revertir esta fatal marcha
de la humanidad hacia un holocausto de proporciones apocalípticas.
La clave de cualquier solución está en la responsabilidad social individual (RSI), como premisa
de la RSE. Dicho de otra forma: nadie tiene derecho a exigir a una empresa ninguna respon-
sabilidad social en su proceder, si antes no ha hecho plena conciencia de su propia respon-
sabilidad como individuo. Herrera y Abreu (2008) lo plantean de esta manera: “La palabra
responsabilidad indica la acción de responder por los resultados de las decisiones y acciones
propias; la palabra social recuerda que esas decisiones y acciones afectan a otros” (p. 404).
Para este cometido, la gente cuenta ahora con un marco jurídico que le otorga un empode-
ramiento con el que puede ejercer su poder de decisión en pro de los fines olvidados por los
gobiernos del mundo, los cuales se han convertido en grandes apologistas del sistema capi-
talista. Por eso, estos tiempos ofrecen la posibilidad de socializar la producción no como la
planteó el socialismo utópico ni como la previó el socialismo científico, sino como un asunto
de madurez histórica del hombre que se levanta en contra de la persistencia obstinada de
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