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medio ambiente. Se identificó una interdependencia entre la conservación y el desarrollo, ya
                  que aquella contribuye a lograr los objetivos de este al proteger la base de los recursos natu-
                  rales, y el desarrollo, a su vez, permite generar las condiciones económicas propicias para una
                  administración equilibrada de la biósfera. En sintonía con lo anterior, para mejorar la gestión
                  de los recursos naturales la estrategia consideró como una medida necesaria la educación
                  ambiental y la participación de la sociedad.

                  La interdependencia entre el ambiente y el desarrollo obtuvo su reconocimiento internacional
                  a través de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CMMAD), establecida en
                  1983, y su informe denominado Nuestro Futuro Común (1987), a partir del cual se introdujo el
                  concepto de desarrollo sustentable en los siguientes términos: “El desarrollo que satisface las
                  necesidades de las personas sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para
                  satisfacer las suyas” (PNUMA, 2000). Como se puede observar, esta definición dista mucho de
                  especificar con claridad el significado y las implicaciones prácticas del desarrollo sustentable,
                  sin embargo, su carácter general y ambiguo permitió conciliar los diferentes puntos de vista y
                  los intereses particulares de las naciones con respecto al desarrollo, con lo que se logró, de
                  esta manera, su consenso internacional.
                  Nuestro Futuro Común apunta hacia la necesidad de realizar reformas políticas que permitan
                  corregir los desequilibrios ambientales y la inequidad social producto del desarrollo económi-
                  co reconociendo que los límites al crecimiento no son exclusivamente físicos, sino también
                  de carácter social y técnico. Aboga por un tipo de crecimiento ambientalmente cuidadoso y
                  socialmente justo con base en la aplicación de la tecnología, la ciencia y la información, así
                  como en el diseño de políticas específicas orientadas a propiciar un desarrollo sustentable.
                  Sin embargo, los cambios propuestos son de carácter coyuntural y sigue sin debatirse en ese      La investigación en instituciones de educación superior en México
                  momento la necesidad de una transformación profunda del esquema de desarrollo imperante
                  (Hopwood et al., 2005). Por esta razón, Foladori (2001) ubica las ideas emanadas del Nuestro
                  Futuro Común dentro de la corriente propia del ambientalismo moderado, que se caracteri-
                  za por un desarrollismo que toma en consideración los límites que impone la naturaleza a la
                  economía, pero que no cuestiona sus fundamentos. La educación ocupa un lugar marginal
                  en la redacción del informe, aunque  considera que debe ser un proceso que conduzca al ser
                  humano a comprender los problemas del mundo contemporáneo, al tiempo que proporciona
                  los conocimientos, las competencias y los valores necesarios para participar en la solución de
                  los problemas ambientales y mejorar la calidad de vida.

                  Esta concepción de la educación fue debatida durante la Conferencia de las Naciones Unidas
                  sobre Medio Ambiente y Desarrollo, realizada en Río de Janeiro en 1992, y conocida como
                  Cumbre de la Tierra, la cual ha sido hasta la fecha la mayor reunión que se haya realizado en
                  torno al ambiente y el desarrollo (PNUMA, 2000). Constituyó un foro para tratar los aspectos
                  relativos al ambiente y el desarrollo desde las perspectivas propias de los países del norte y del
                  sur. Por primera vez se discutieron las causas profundas de la crisis ambiental, considerándola
                  como una dimensión más del desarrollo. Sin embargo, se continuó con la premisa emanada
                  de Nuestro Futuro Común, que consideraba al crecimiento económico como un prerrequisito    114
                  para mejorar la gestión ambiental en los países desarrollados, y para que aquellos en vías de
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