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46 organización. Y es una perspectiva, lo cual significa que no solo es un lugar, sino también
una singularidad para apreciar el mundo.
En cuanto a su etimología, la palabra estrategia tiene raíces griegas, por lo que suele aso-
ciarse con “el arte de dirigir al ejército”, aunque desde el punto de vista empresarial, y de
acuerdo con lo expresado por van Aartsengel y Kurtoglu (2013), es un criterio formado para
sentar bases a largo plazo con el propósito de asegurar la conservación del negocio y lograr
situarse en una posición ventajosa ante compradores potenciales y otras organizaciones.
Esto quiere decir que detrás de toda estrategia se esconde una guía, unos medios, unas re-
glas e incluso unos rumbos a seguir para lograr metas que proporcionen la capacidad de fijar
el nivel de significancia durante la designación de esfuerzos y recursos, de ahí que sea indis-
pensable para que las organizaciones puedan transmitir el rumbo de acción y de negocio a
colaboradores, clientes e inversionistas. Las estrategias, por tanto, brindan la oportunidad
de reaccionar ante la competencia y los entornos inciertos y dinámicos, lo que representa
una ventaja porque se pueden cambiar luego de enfrentar problemas imprevistos.
Para Grünig y Kühn (2011) las estrategias tienen ciertas singularidades, como instituir ba-
ses a largo plazo, ser especificadas por la dirección, tomar en cuenta toda la organización
o al menos los aspectos centrales de esta, así como determinar, desarrollar y conservar
los potenciales de éxito y, por último, asegurar la consecución de objetivos y valores de la
organización. De igual forma, Grünig y Morschett (2012) señalan que las estrategias tienen
como factores en común la delimitación de tiempo y la identificación, así como la creación y
el mantenimiento del potencial de éxito de una organización.
Por su parte, Fred (1993) describe las estrategias como una vía para alcanzar resultados
establecidos en periodos de más de un año (es decir, a largo plazo), y agrega que las estra-
tegias comerciales pueden ser desarrolladas en ámbitos de expansión territorial, diversifica-
ción, desarrollo de nuevos productos, introducción a nuevos mercados, recortes, proyectos
colaborativos, entre otros.
Aunado a lo anterior, Hanschke (2010) advierte que resulta conveniente revisar y ajustar, por
lo menos una vez al año, las estrategias en las organizaciones dedicadas a las tecnologías
de la información, para lo cual se deben considerar los recursos que se tienen al alcance,
las limitaciones, los escenarios externos e internos y los requerimientos legales. Este autor
también señala que una estrategia puede ser fuerte, a la defensiva, a la ofensiva o mesurada.
Grünig y Kühn (2015), en cambio, creen que las estrategias deben ser reestructuradas o
reajustadas aproximadamente cada tres años, según los cambios experimentados por el
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contexto de la organización. Estos autores, de hecho, opinan que si los objetivos se ven
alterados durante el proceso de la ejecución, se debe examinar el proceso, de modo que si
se hallan situaciones difíciles o diferencias entre el desarrollo del entorno real y lo planeado,
entonces se debería revisar y cambiar, si fuera necesario, la estrategia.